En 2011, visité la ciudad de Cádiz, España, pero mi vuelo llegó a la ciudad de Jerez de la Frontera, a unos 36 Km de mi destino. El recorrido fue realizado a través de un taxi convencional, que para esa fecha era el único tipo de taxis que podía tomarse en la zona. El conductor muy amable, el vehículo en óptimas condiciones, la velocidad regulada y un dominio casi perfecto de la orografía, el clima, la agricultura de la zona, de la historia de la ciudad, de los lugares a los que debía ir y una infinidad de cosas interesantes.
En Rep. Dom., mi experiencia con los taxis convencionales de aquel entonces había sido traumatizante. "Mírale el culo a esa degracia'", "Adio' mami shulaaa", "Coño Rafa, bucame' mi cualto pa' no eplotate", eran algunas de las frases que se escuchaban en un vehículo deteriorado, con mal olor, un conductor a altas velocidades, con las bocinas reventándose y sin nada interesante que decir. Nunca pensé que sentiría lo que viví en España hasta que en 2016, llegó Uber a las calles de Santo Domingo.
La nueva convencionalidad residía en una plataforma desde mi celular, a la que podía solicitar un servicio de taxi sin tener que pedir tarifa a base y tener el contacto con mi conductor, saber quien era, el tipo de vehículo y darle seguimiento desde el momento que aceptaba mi viaje hasta que lo terminaba. Claro, llegó la plataforma, pero seguía la misma gente con las mismas frases y formas de conducir. La parte de la conversación interesante llegó mucho después, producto de la crisis en Venezuela que provocó que muchos profesionales se unieran a la plataforma para poder sobrevivir.
Uber no es un servicio perfecto, pero sin duda alguna revolucionó la forma en que los dominicanos nos movemos como nunca había pasado desde la implementación de las cheitas en los años 50. Llegó antes siquiera que la Ley de Tránsito y Transporte y fue parte del crecimiento y el feedback positivo que recibió el país en esos años en materia de turismo, pues muchos extranjeros pudieron moverse con facilidad por las calles de Santo Domingo y, más tarde, por otras ciudades del país sin que les cobraran 4 veces lo que les valía su viaje, por decir una de las tantas ventajas.
Durante toda esta semana han sido tendencia las prohibiciones que ha realizado el Instituto de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) a los conductores de Uber y las supuestas multas de RD$50,000 por parte del personal del Cuerpo Especializado de Seguridad Turística (CESTUR) y el Ministerio de Turismo que, según la ley, no están facultados para hacerlo.
¿Necesita regulación?
Por supuesto que necesita ser regulada, pero cuando llegó ni siquiera existía una ley de transporte que definiera lo que eran. INTRANT llega en 2017, pero tiene un problema más grande que el servicio de taxis de la ciudad.
Un país que se acostumbró a estar sin ley por más de 50 años desde la introducción de sus primeras unidades dedicadas al transporte público, naturalmente encontraría caos y monopolio en el sector.
Tan grande que aún en pleno 2020, seguimos padeciendo del mismo cáncer y que opaca lo que se pueda lograr con otros modos.
La ley 63-17 toma en cuenta los servicios de taxi por plataformas tecnológicas:
Artículo 83.- Taxis por comunicación o plataforma tecnológica. Los taxis por comunicación o plataforma tecnológica podrán ser operados sin obligatoriedad de un color determinado ni franja, y únicamente podrán recoger y dejar pasajeros en los lugares que éstos indiquen a través de cualquier plataforma tecnológica de telecomunicación.
Párrafo.- Estos taxis deberán estar identificados por el INTRANT con un rótulo fijo, numerado en la parte inferior derecha del cristal delantero, tamaño 3x2 pulgadas.
En 2018, sin tener siquiera un registro actualizado de los conductores y empresas de Taxi con lo requerido por la ley, se aprobó una resolución que regula el servicio de transporte de taxi en las instalaciones hoteleras a nivel nacional, donde prohíbe la entrada de los prestadores del servicio no autorizados. Algo positivo y que llega para mejorar las condiciones de seguridad, con la excepción de que quienes se quedaron en los hoteles fueron taxistas que ya tenían su monopolio alrededor de los hoteles y los turistas tenían que pagar grandes sumas de dinero para movilizarse.
En pleno siglo XXI puedes ver a los taxistas estacionarios y/o independientes (como los nombra la ley) con una pizarra marcando con tiza los turnos de sus choferes. Con Uber, y otras plataformas que luego se fueron sumando, el turista conoce la plataforma, la tiene en su celular, paga menos y viaja más seguro (aunque esto es debatible, pues en caso de accidente los taxistas estacionarios/independientes tienen las de ganar ya que cuentan con un seguro adecuado al servicio prestado, si acaso).
El turista y los dominicanos eligieron las plataformas digitales para movilizarse con varias compañías que, así como muchas otras de otros sectores, aprovecharon la brecha legal que existía o existe en materia de tecnología y se beneficiaron de ello. No hay una ley de servicios tecnológicos y, hasta la fecha, la ley 63-17 y la resolución 010-2018, son los únicos elementos legales y oficiales que sirven para regular el sector de taxis y no son suficiente, pues se necesita del reglamento y las normativas que de él se deriven.
El reglamento, según lo establecido en la ley, debió salir 6 meses desde la aprobación de la misma, pero resulta que aún está en consulta pública y de él se derivan las normativas técnicas del servicio de transporte de taxi y los indicadores de calidad y desempeño del transporte en taxis que, evidentemente, no están listas.
Lo único que puede hacerse a través de la ley es exigir la inscripción en el registro de taxistas, pero sin mucho efecto, pues el reglamento y sus normativas son los que establecen cómo se hará ese registro, qué se le exigirá a cada tipo de taxista, de qué color será cada uno y las condiciones del taxímetro, así como las sanciones por no cumplir con lo establecido.
Y si a irregularidades vamos los conductores de Uber tienen las de ganar, pues son los únicos que no requieren de un color específico según la ley y son los únicos que utilizan una especie de taxímetro para la tarifa del viaje que exige la ley.
En medio de una pandemia y de los procesos que se empezaron a agotar para promocionar al país en materia de turismo, alejar a plataformas como Uber de los aeropuertos y hoteles posiblemente es la peor decisión de todas y habla muy mal del trabajo "INTERINSTITUCIONAL" que supuestamente se lleva a cabo.
Uber, al igual que Didi, Cabify, InDriver y muchas otras que se han sumado a la cartera de empresas que ofrecen ese servicio en la República Dominicana deben ser reguladas, pero que sea bajo el modelo de competencia perfecta que decimos que tenemos y con lo que establece la ley.
O to' toro o to' vaca'
No me metí con el tema del registro comercial de la empresa, pero es bueno que sepan que aunque está registrada en territorio dominicano, no tiene su sede física en el país, lo que le da ciertas ventajas en materia impositiva. Eso sumado a los costos de instalación y mantenimiento, se traduce en costos de operación bajos, lo que representa ventajas muy claras en el mercado.
Les recuerdo que eso que hace Uber desde otro país, es lo que hacen los call centers y las zonas francas desde aquí.
O to' toro o to' vaca'
댓글